En el mes de octubre de 2014 asistí a la muestra del pintor rosarino Juan Grela, "La línea de Grela", que se realizó en el edificio que la Fundación OSDE posee en calle Oroño. La misma se realiza con motivo de conmemorarse el centenario del nacimiento del artista.
Elegí, para ir, un día que coincidió con la presentación de la obra del compositor Dante Grela, hijo del pintor, titulada "Dibujos sonoros". Además de llevarme la relación de afecto de alumno/maestro que tengo con Dante, me guiaba una inquietud interior por ver de qué manera el músico podía plasmar, haciendo vibrar el aire, las imágenes que desde décadas estaban impregnando el papel. Fijas dentro de los límites físicos, pero con una movilidad impactante en la impresión que dejan en el alma del que las observa.
Realmente al escuchar la música de Dante, descubrí una dimensión artística que intuía pero que nunca había tenido la oportunidad de sentir de primera mano. El canto de los instrumentos de viento fundiéndose y separándose de los sonidos electrónicos, así como la marea se mezcla con la arena para luego dejarla. El ritmo cierto, pero a la vez, despojado del pulso alienante de la repetición monótona y mecánica de fórmulas estilísticas. El ritmo, al igual que en la naturaleza, está en todo, pero no se hace presente a los sentidos humanos sino en los grandes sucesos, en los cambios que casi imperceptiblemente llevan a contrastes drásticos como el día y la noche o las estaciones del año. De esa misma forma sutil pero contundente está presente el influjo perpetuo del ritmo en la música de Dante y en los dibujos de Juan, Grela ambos y ambos sensibles relatores de sucesos, cronistas que con su arte nos cuentan de fenómenos que casi siempre se producen cotidianamente en planos sobre los que no solemos proyectar nuestra atención.
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